sábado, 19 de diciembre de 2009

Tres cuadros de Edgar Ende


Así es como se llamaba el padre del autor del maravilloso libro "La historia interminable", y curiosamente fue un destacado pintor surrealista. He estado mirando por curiosidad algunos de sus cuadros, y me gustan mucho, son misteriosos, oníricos, enigmáticos, inquietantes, en ocasiones demasiado tenebrosos quizá, sobre todo en su última época, pero en cualquier caso despiertan mi imaginación, que es lo único que yo le pido a un pintor, que me cuente una historia con sus lienzos.

Cuando contemplo una obra surrealista, me gusta, antes de conocer la posible interpretación "oficial" del cuadro -si es que la tiene- dejar volar la imaginación e inventar la historia que a mí me sugiere. Y esto es lo que voy a intentar hacer con tres obras de las muchas que tiene Edgar Ende y que podeis ver aquí... La primera simplemente son las preguntas que me hago al ver el cuadro, las otras dos son sobre dos obras muy parecidas, y que he pensado que podría enlazarlas mediante un relato.

Der gefesselte Sturm, 1965

¿Qué misterioso lugar es éste? Puedo ver una fila de cipreses, como en los cementerios. Y atado a una especie de gruesa columna, aparece un rostro rojo llorando amargamente... ¿es el Sol? ¿Quién le ha obligado a lucir delante de los cipreses? ¿Y por qué aparece un ciprés en el suelo? ¿Está llorando el Sol por el ciprés muerto, o llora por la tortura a la que le someten? Lo que me parece más inquietante del cuadro no son las lágrimas del Sol, las cuerdas que estiran terriblemente su piel deformando su rostro, o la soledad de los cipreses, ni siquiera el ciprés que yace muerto... sino que lo que verdaderamente me sobrecoge son las sillas... Misteriosas sillas de jardín desperdigadas aquí y allá... ¿qué clase de persona puede sentarse a contemplar tranquilamente una tortura como si de un espectáculo se tratara? Porque no son tronos de déspotas emperadores, ni son los asientos de un injusto tribunal, sino que son sillas de jardín... las mismas que usamos para pasar la tarde tranquilamente.

¿Por qué iba alguien a fijarse detenidamente en un rostro gigantesco llorando? ¿Está llorando realmente, o a lo mejor tan sólo sueña con algún recuerdo doloroso? ¿Los cipreses están de verdad ahí o son metáforas de algo? Se me ocurre que el cuadro en sí podría representar un día de tormenta... El Sol llora por no poder lucir como suele hacerlo, y se siente obligado a permanecer en segundo plano sin poder hacer nada, tapado por una fila de cipreses, que parece que caminen y que a lo mejor representan las alargadas formas de las nubes que cubren el sol un día de tormenta... una tras otra, van tapando al sol, como en procesión, el mismo tipo de procesión que se produce en un entierro: todos caminando detrás del muerto en fila... pero entonces, ¿qué quieren decir las sillas? ¿Abandonadas por personas que corrieron a guarecerse de la lluvia? Eso podría explicar el título del cuadro, que creo que significa "La tormenta atada". Pero no es la tormenta la que está atada, sino el Sol.. O igual puede traducirse por "el tormento"... No lo sé... ¡qué misterioso!

Zwiegespräch, 1933


-Buena señora, por favor, ¿no tendría vos para mí una limosna? Cansado me hallo de recorrer este mundo...
-Oh, ¡no! ¡Aléjese de aquí! Yo no tengo nada para usted...

-Disculpe, hermosa dama. Mi última intención fue acaso perturbar su calma y quietud. Mas, ¿podría usted por favor responderme a una pregunta? Desde que la vi a lo lejos, allí en ese muro, encarcelada con los que presupongo son sus cuatro vástagos, me pregunté cuáles serían las causas que pueden llevar a alguien a encontrarse en esa situación...
-¡De acuerdo! Una limosna pedía usted y aquí la tiene... ¡contarle mi historia, relatarle por qué me hallo así, será mi regalo hacia usted! Verá... Efectivamente, éstos son mis tres hijos y mi hija... Nacidos son de mis entrañas, y como tales, parte de mi ser y de mi alma son... Amor es lo que siento hacia ellos, y si alguno de ellos me faltara, parte de mi vida se iría para siempre con él.... Es por eso que yo como madre protectora, no voy a permitir que ningún mal cause dolor a mis hijos, y ésa y no otra es la razón por la que los protejo del mundo con una barrera infranqueable, que nada ni nadie puede destruir. Así me aseguro que mis hijos no conocerán el sufrimiento y que, al mismo tiempo, no podrán separarse de mí, alimentándome con su cariño y ternura...
-Oh, ¡loable es su intención, protectora dama! Mas, permítame seguir conversando con usted. ¿No cree acaso que, si bien así consigue su objetivo, al mismo tiempo está procurando, sin quererlo, que su descendencia no conozca otro mundo mas que el de la jaula o prisión en la que viven? Cierto es que evitan así la oscuridad del mundo, pero ¿no tendrán una visión sesgada de la realidad en ese caso? Seguro estoy que, inteligente como es usted, sabrá que el mundo se compone de luz y tinieblas, y que una de la otra se alimentan inexorablemente... Nadie puede huir del dolor indefinidamente, eso sería no conocer la vida en su profundidad. Pues es precisamente la tristeza la que nos hace amar más intensamente la felicidad.

-Puedo entender su actitud, pero en algo se equivoca: que mis hijos estén junto a mí de esta forma no es una decisión mía. Nunca he sabido quién construyó este muro alrededor nuestro. Yo misma no fui... aunque quizá mi memoria falle y sí que fui la creadora de esta barrera y ahora no quiera admitirlo, o lo hice de manera involuntaria... Una tarde paseando con mis hijos por aquí, agotados de tanto correr y jugar, decidimos descansar apoyados en este muro. La tranquilidad de tener a los cuatro a mi alrededor, seguros, protegidos, me relajó y acabé dormida, deseando intensamente que esta seguridad jamás desapareciera. Yo sólo sé que al despertar, el muro ya estaba ahí... Pero he de explicarle algo: Lo que usted ve como una condena hacia mis hijos, yo lo interpreto como una bendición. ¿A quién no le gusta estar rodeado de amor? Además, así puedo protegerles de todas las bestias que pueblan el mundo........... como ese león que, por cierto, a sus espaldas yace... ¿o es que se piensa que no lo he visto? Por eso contesté quizá algo exaltada al principio... No le tengo miedo, sé que aquí estamos seguros, pero no deja de inquietarme que trate de ocultarlo detrás suyo...

-¡Oh, no! Lamento decirle que está usted equivocada. Este león que acostado está detrás mío, efectivamente me acompaña a todas partes, pero no pretendo atacarla. Viajero soy y recorrido he centenares de tierras y reinos diferentes y salvajes. Al contrario que sus hijos, mis ojos han visto demasiado mundo, y he de admitir que demasiada es la negrura que puebla este universo y que ahora forma parte de mí... Es por eso que, si bien usted opta por defender a sus hijos mediante un muro, yo elegí tiempo ha caminar por esta vida con un león que atacara a todo aquel que me provocase temor. En ocasiones me ha traído problemas, pues su fuerza y coraje despiertan en el menos oportuno de los momentos, y eso me hace excesivamente desconfiado ante la vida, pero no conozco otro modo de pisar este planeta que no sea atacando con fuerza toda posible amenaza incluso antes de que se convierta en real peligro.

-¡Oh, qué casualidad! Fíjese usted que tanto vos como yo actuamos en cierto modo de manera opuesta ante la vida: yo me protejo, usted ataca. Yo no me muevo jamás, usted no tiene hogar y viaja aunque no quiera. Mi poder es una férrea defensa, el suyo un fiero ataque. Y usted, permítame decirlo, conoce la soledad; mientras que yo rodeada siempre estaré de cierto modo de cariño y armonía a la que nada perturba ni altera...

-¡En verdad parecidos somos, pues! Es por eso que no ha de preocuparse, atacarla a usted sería como atacarme a mí mismo en cierto modo. Así que ahora, dulce dama, permítame despedirme de vos. En otra ocasión futura seguro estoy que gozaremos de un nuevo y enriquecedor diálogo que a ambos nos agradará...

-Vaya usted con Dios... Parta hacia caminos donde la ventura espero le sonría... ¡Adiós!

-Adiós... y gracias...

Die Begegnung, 1933


Mucho tiempo después...

-¡Buenas tardes!

-¡Buenas tardes, caballero que recorre este camino envuelto en una túnica blanca! ¿Desea algo?

-Oh, ¿acaso no me recordais?

-Francamente no, ¿debería acaso? Pocos son los aventureros que se detienen ante nosotros para conversar... La mayoría se alejan por nuestro singular aspecto.

-¡Entiendo! Seguramente no me recordais porque fue hace muchos años ya cuando tuve el honroso placer de dialogar con vuestra madre durante unos instantes. En este mismo muro se hallaba, rodeada por sus hijos, a los que impedía acceder al mundo y al mismo tiempo protegía de todos los males.

-¡Nosotros somos esos hijos! Crecido hemos junto a este muro, y de otra manera no sabemos vivir... Nos aterroriza despegarnos de la seguridad de estas paredes estables que ya forman parte de nosotros, o nosotros de ellas, y que el tiempo no altera. Además, muy cómodos nos encontramos viviendo así, la verdad.  Mas, dígame, ¿qué recuerda de nuestra madre? Feliz me hallaré si nos recordara cómo era....

-Era una mujer bella y firme en sus decisiones. De agradable verbo y recta determinación. Más algo no entiendo bien... Si mi memoria no me falla, que bien pudiera ser debido a mi avanzada edad, cuatro y no tres eran los pequeños que a su alrededor siempre rondaban... ¿Dónde se halla vuestro hermano?

-Oh, ¡tristes recuerdos despiertan en mí sus palabras! Nuestro hermano falleció amargamente... ansiaba escapar del muro, días enteros pasaba mirando a los cielos y al horizonte, preguntándose en silencio cómo era el mundo más allá de estas paredes... jamás expresó a nuestra querida madre sus inquietudes por temor a su reacción, aunque sí nos comentaba a nosotros, en alguna ocasión, bajo alguna perdida noche estrellada, cuáles eran sus anhelos mientras nuestra madre dormía... Una mañana encontramos su cuerpo carente de vida, muerto por la peor y más temible de las enfermedades: la pena... Nuestro hermano consiguió por fin una manera de viajar, la única posible en su situación: abandonando la vida... Y tras él se fue, rota de dolor, nuestra amada madre... Incapaz de soportar la pérdida, poco a poco su cuerpo fue perdiendo todo rescoldo de alegría y terminó sus días tristemente, entendiéndose fracasada y vacía en su misión de protegernos a todos... dejándonos a nosotros a nuestra suerte, muy a su pesar...

-¡Afligido en demasía me hallo al escuchar semejantes noticias! ¡Jamás pensé que justamente la intención de vuestra madre acabara desembocando precisamente en aquello que esperaba con todas sus fuerzas que no ocurriera! Doble fue, pues, su error: perder a un hijo y abandonar a los otros tres... Aunque yo ya le advertí en aquella ocasión que aquel muro quizá no era lo más conveniente para sus hijos...

-Ella nos habló en muchas ocasiones de usted y de la amigable charla que mantuvieron... Nos dijo que en el fondo ambos eran muy parecidos... Le recordaba alegremente, aunque también nos habló de un fiero león que le acompañaba en sus viajes y que a su lado ahora no vemos...

-Sí que está a mi lado... pero no lo pueden ver... Los ataques de mi león hacia el mundo, y por tanto los míos, se volvieron tan fuertes que no distinguían entre las víctimas... al final eran tan frecuentes e incontrolables que el león mutó su forma y acabó convirtiéndose en algo más cercano a mí, esta sábana que mi cuerpo cubre, esta inútil suerte de armadura blanca que ya no puedo distinguir de mi otrora hermosa piel... Gracias a ella he podido seguir viajando por el mundo a salvo de todo peligro... sin saber que de verdad el peligro está en su interior...
-Lamento decepcionaros, honroso viajero... Pero si algo hemos aprendido mis hermanos y yo desde nuestra rígida posición es a analizar infinitamente todo lo que a nuestro lado mora... y siento comunicarle, que, pese a que esté orgulloso de sus andanzas por el mundo, de nada le han servido si no es capaz de contemplar a su alrededor... ¿Ve aquel árbol detrás suyo? Frondosas eran sus ramas cuando nosotros éramos niños, quizá lo recuerde... y raquíticas se han vuelto con el paso del tiempo... pareciera que el árbol ha envejecido, pero no es así, es precisamente al contrario... Sus desorientados sentidos ya no le permiten darse cuenta que ese árbol retrocede en el tiempo y terminará sus días como una diminuta semilla... Es por eso que le informo que su manera de viajar por el mundo, atacando inexorablemente todo lo que se interponga en su camino, de nada le ha servido si no es capaz de entender ni siquiera lo que le rodea... En el punto de partida se encuentra, lamento comunicarle.
-¿Quiere usted decir que ese árbol en lugar de envejecer rejuvenece? ¡Oh! ¡Eso es imposible! En mi vida he visto algo así...
-Lo sé, pero seguro me hallo de mis afirmaciones... Y para ello me han ayudado mis dos hermanos aquí presentes... Mi hermana, extasiada en el equilibrio perfecto que produce la quietud y la extrema soledad, sujeta un instrumento sin moverlo desde hace años... Enmudeció voluntariamente, se convirtió en una hermosa estatua, aislada del mundo... temo por ella, nadie puede distinguir ya si está viva o no... y mi hermano, con el pergamino de la Ley entre sus dedos, la Ley que nunca cambia y al mismo tiempo siempre es distinta: el Tiempo, el verdadero Juez de la vida... Y míreme a mí, ¡dispuesto a apedrear a todo el que se acerque con ávidas intenciones! Si de algo podemos estar seguros los tres hermanos juntos y combinados: la Soledad, el Tiempo y el Orgullo, es del ínfimo fragmento de universo que aquí nos rodea...
-¡Qué tristeza embarga ahora, en este momento, mi alma, tras escuchar sus palabras! ¡Ni vuestra extrema defensa ni mis fieros ataques deambulando por el mundo, ni la carencia de libertad ni el libre y caótico albedrío permiten a las personas realmente encontrarse a gusto consigo mismas! ¿Cuál será pues el camino a seguir?


1 comentario:

Anónimo dijo...

Me han gustado mucho las dos historias, tienen mucha imaginación y escribes muy bien, me ha sorprendido la calidad de los relatos.
Besos,
Raquel