miércoles, 8 de septiembre de 2010

Caja ¿tonta?

Si la televisión es entretenimiento, a mí no me entretiene.


Si intento ver alguna película, está llena de anuncios, acabo asqueado, cabreado y cambio de cadena. Si no tiene anuncios, se me hace excesivamente larga, por mucho que me guste. No puedo beber algo, ni ir al baño, tendría que proveerme de comida y bebida y sentarme en el WC para verla...

Si veo algún informativo, o bien está lleno de sanguinarios sucesos que siempre llaman la atención pero acaban inmunizando contra el horror, o bien son demasiado tendenciosos. En este caso, si opinan como yo, me tratan como un imbécil porque me dicen lo que quiero oir, y eso me molesta. Y si no opinan como yo, me tratan también como un imbécil por ser distinto a ellos.

Si veo algún debate político o de actualidad, veo gente interesada únicamente en defender su postura y quedar bien delante de la audiencia. Son yonquis del aplauso, no hay cosa que más me moleste que estar viendo un debate y que cada tres frases algún estúpido regidor obligue al público a aplaudir cuando alguien dice algo acorde a la política de la cadena. Me fijo más en la gente moderada, que no grita ni interrumpe y que seguramente no vuelva la próxima semana porque no da espectáculo. Con esos programas sólo se consigue crear gente no fiel, sino obsesionada con sus ideas y que, independientemente de si tienen razón, no comparten las diferencias. Siempre hay que dejar la puerta abierta a si nos equivocamos, y lo dice alguien tremendamente cabezón.

Si veo algún documental de animales (me encantan), me entretengo, sí... pero a veces parecen películas, donde dotan al animal en cuestión de sentimientos que no tiene, o donde se fuerzan las situaciones para que parezca interesante. Pero bueno, siempre me quedo a verlos. 

Si veo corazón, acabo por no enterarme de nada. Me pierdo en los árboles genealógicos, aunque luego todos estén relacionados con todos de alguna forma. Me asquea también cómo hunden a la gente para luego ensalzarla y acto seguido volverla a hundir, todo porque la audiencia busca el conflicto. Aún así, me gustan las discusiones absurdas, creo que aportan buen humor si se saben ver desde la distancia.

Si veo telerrealidad, me engancho, lo reconozco. Me gusta ver cómo se comporta la gente, aunque echo de menos lo que haría un grupo de gente real: hablar de diversos temas. Sólo hablan de sí mismos, de sus relaciones con el resto de concursantes. Nadie expone sus puntos de vista sobre algún tema social o político (y cuando lo hacen, cortan). Reconozco que me gusta ver cómo discuten, me hace gracia que se enfaden por motivos absurdos, me hace pensar en lo simples que somos todos en el fondo. Yo desde luego no serviría para entrar en un programa así.

Tampoco me gusta la gente que critica la telebasura. Me considero consumidor habitual de la misma (qué remedio...), aunque en grandes dosis me agota. Si estoy cansado o me apetece desconectar, no hay nada como un programa absurdo cargado de discusiones o superficialidad. Hay tiempo para leer, ver buen cine o escuchar música, por tanto debe haber tiempo también para lo contrario. Yo creo que el ser humano tiene una parte absurda que, por qué no, hay que cultivarla un poco aunque sea para desintoxicarse.

Lo malo es que antes en la tv estaba más o menos equilibrado, pero ahora no. En fin, cada vez más canales en la TDT que sólo sirve para gastar más tiempo haciendo zapping... Es un complot de los fabricantes de pilas, para que gastemos el mando...

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