Cuando uno ve una foto suya (es decir, en la que aparece, no tomada por él), inmediatamente trata de recordar -sin darse cuenta- qué pasó instantes antes de que la foto fuera tomada. Necesitamos de alguna forma contextualizarla, añadirle significado, crear una breve historia alrededor.
El parecido entre la historia que evocamos en nuestra mente y lo que realmente sucedió podrá ser más o menos elevado, pero no es lo importante. De hecho aunque los recuerdos sean falsos, aparecerán en nuestra mente como ciertos.
Se hizo un experimento hace años acerca de esto mismo. A una serie de personas, que se presentaron voluntariamente para el experimento, se les pidieron fotos de su infancia temprana, de una época en la que tenían muy pocos años de edad, de manera que todo lo que sabían sobre lo que aparecía en las fotos se lo había contado sus familiares, y al cabo de unos meses (para que olvidaran los detalles de las fotos), se les citó para que describieran las fotos, mientras las veían delante de un grupo de psicólogos. Lo que ellos no sabían es que algunas de las fotos habían sido manipuladas (el escenario era otro, alguna persona que antes aparecía ya no estaba -o al revés-, o algún detalle había sido cambiado deliberadamente), y curiosamente las personas del experimento, al describir las fotos falsas creaban recuerdos inventados de manera asombrosamente rápida y elaborada, justificando involuntariamente las diferencias, haciendo coherente el contenido de la foto de acuerdo a su lógica mental y a sus recuerdos. Incluso cuando se les preguntaba: "¿qué hacía contigo aquel día este familiar tuyo que aquí aparece?" (y que en realidad nunca estuvo allí), las personas respondían mayoritariamente, sin titubear, con una historia bastante compleja que habían desarrollado en apenas unos breves segundos, conectando recuerdos verdaderos para crear otro falso. Tan sólo unos pocos, muy pocos, detectaron la manipulación de las fotos, y además lo hicieron enseguida. Es decir, o te das cuenta de una mentira "gráfica" enseguida, o la intentas asimilar al instante y la justificas y entonces pasa a ser cierta. Por supuesto al final del experimento se les dijo qué cosas habían sido manipuladas :-)
¿Hasta qué punto todo lo que recordamos es real y pasó de verdad? ¿Y hasta qué punto necesitamos hacer real lo que recordamos, especialmente cuando vemos una foto?
Incluso cuando contemplamos una foto en la que no aparecemos, o nada de lo que aparece tiene relación con nosotros y por tanto no podemos interiorizarla ni evocar ningún recuerdo personal, intentamos imaginarnos una breve historia. Recuerdo una vez, en una tienda de antigüedades, que había un montón de fotos antiguas abandonadas en una caja. No se sabe a quién pertenecían. Estaban todas en blanco y negro, e iban acompañadas de unas cartas. Habían pertenecido a un funcionario de correos, que guardaba algunas de las cartas que nadie quería o que eran devueltas, por haber escrito mal la dirección, por algún cambio de domicilio o cualquier otro motivo. Eran cartas, fotos, postales, que nunca llegaron a su destino, hace más de 50 años, y era curioso contemplar las fotos (no me dio tiempo a leer ninguna carta, aunque sí que recuerdo el papel quebradizo y amarillento, la letra historiada en ocasiones, ininteligible en otras, y el aroma a papel viejo y gastado). Eran fotos de comuniones, celebraciones, reuniones familiares, bodas, o simplemente gente pasando el rato. Era curioso ver a todas esas personas a las que faltaba el color y la realidad, mirándome frente a frente, serias o sonriendo, y de alguna forma solicitando que les diera valor, validez, que creara una historia para ellos, historia que no creó la persona a la que iban destinadas, que nunca las vió ni las verá. Eran momentos inmortalizados para nada, y que de alguna forma no sólo habían quedado atrapados en el tiempo, sino también en la imaginación.
De los tres medios que mayoritariamente empleamos para "entretenernos", es decir: leer, ver imágenes y ver películas, obviamente es la lectura la que más nos ayuda a desarrollar la imaginación. Por muy detallada que sea la descripción de un personaje, siempre le añadimos nuestras vivencias, nuestras experiencias y recuerdos en forma de imagen, de manera que hay tantos Quijotes, Aurelios Buendía, o Hamlets como personas lo han leído. Cuando vemos una foto, la imaginación sufre cierto revés. La literatura no alcanza a describirlo todo, de manera que si leemos en un libro la descripción de una mujer pero no nos comentan nada sobre el color de su vestido, cogeremos el que más cómodo nos resulte, o uno cualquiera. En una foto no: el color de su vestido está claro (o al menos su tonalidad, si es en blanco y negro). Nos falta imaginarnos su voz, su manera de andar, de moverse, de gesticular.... detalles que aparecen en una película. Quizá por eso las películas -algunas- sean de fácil y mayoritario consumo hoy en día: son las que menos estimulan la imaginación (¡al menos aparentemente!). La literatura nos permite describir los sentimientos de una manera muchísimo más detallada e interior, cosa que en el cine puede expresarse con una mirada o un gesto, sin que nos digan los personajes "estoy triste, estoy alegre". 200 páginas se pueden resumir en un fotograma, sin que por ello un medio sea superior a otro.
De todas formas, ¿es realmente útil "muscular" la imaginación? ¿Sirve realmente para algo?
Hagamos la prueba:
Una mujer decide prepararse un baño en su casa. Abre los grifos de la bañera, y al salir del baño se detiene unos instantes delante del espejo, y se mira brevemente, sin casi detenerse. Pasado un rato, después de vestirse, busca uno de los dos zapatos que quiere usar (el otro se lo acaba de poner), y tras unos momentos de búsqueda lo encuentra. De repente, se da cuenta de algo importante al escuchar un murmullo de agua procedente del baño: se ha dejado los grifos abiertos... y ni siquiera se ha bañado. Se le olvidó. Momentos después, sale a pasear por la ciudad, y por su mente aparecen pensamientos extraños que la asustan. Camina sin rumbo, sin estar realmente pendiente de lo que le rodea. Su mundo interior poco a poco devora al mundo exterior, y a cada paso que da, siente un extraño miedo. Se rasca la nariz, el pelo, el hombro. Sus manos van y vienen de su cabeza, arañan su piel. Son tímidos intentos de lo que realmente quiere hacer: lo que en realidad desea es arrancarse el cerebro.
Y ahora la peli:
¿Qué os ha parecido? ¿Habíais imaginado más o menos cosas al leer? ¿Qué detalles cambian?
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