Los hermanos Homer y Langley Collyer vivieron en el nº2078 de la Quinta Avenida de Nueva York a mediados del siglo pasado.
Durante su juventud llevaron una vida relativamente normal para la época: Homer estudió Derecho y Langley era ingeniero además de aficionado a tocar el piano. Vivían juntos, y cuando murieron sus padres, heredaron una fortuna que les permitió vivir de manera más o menos holgada durante la Gran Depresión.
Langley Collyer
En 1932, Homer Collyer, desgraciadamente, se quedó ciego, y decidió no salir nunca jamás de casa. Su hermano le cuidaba, pasando gran parte del tiempo con él. Muy afectado por la ceguera de su hermano, decidió recopilar toda clase de periódicos, revistas y publicaciones para que las leyera si algún día recobraba la vista.
Langley ataba con cuerdas todas las revistas, las apilaba y las guardaba en casa, formando auténticos muros que poco a poco fueron llegando hasta el techo. Pero la obsesión de Langley fue creciendo hasta el punto que de noche recorría los basureros recopilando todo tipo de libros para llevarlos a casa y acumularlos sin sentido. Sin embargo, pronto empezó a acumular cualquier clase de objetos.
Toda esta situación llamó pronto la atención del vecindario, y también de los medios, que crearon toda suerte de leyendas acerca de lo que atesoraban los hermanos en su vivienda. Debido a la presión, los Collyer cortaron el teléfono, desconectaron el timbre y sellaron las ventanas de su casa.
Con el tiempo, se les cortó el suministro de agua, electricidad y gas. Langley iba a por agua de noche a un parque vecino, e instaló la dinamo del antiguo coche de su padre en el comedor de su casa para hacer de generador eléctrico. También situó trampas en casa para que los posibles intrusos fueran sepultados por escombros en el caso de que intentaran entrar.
En la primavera de 1947, la policía local recibió una llamada denunciando que algo extraño sucedía en la vivienda de los Collyer, que no se oía nada desde hacía unos días. La policía encontró en la casa el cadáver del hermano paralítico, y una semana después, tras una compleja y pesada búsqueda, encontraron el otro cadáver sepultado bajo una montaña de periódicos. Al parecer, mientras intentaba llevarle la cena a su hermano ciego (que murió de inanición), cayó en una de sus propias trampas.
Se extrajeron más de 100 toneladas de basura de la vivienda. Encontraron de todo: paraguas, bicicletas, cajas, cofres, lámparas, maniquíes, cuadros, 25000 libros (la mayoría de Derecho y Medicina), alfombras, relojes, instrumentos musicales (10 pianos y un clavicordio entre ellos), partituras en Braille, trenes de juguete, una piragua que perteneció a su padre, frascos con vísceras humanas, instrumental clínico, un antiguo aparato de rayos X, la mandíbula de un caballo.... Algunos de los objetos fueron subastados, obteniéndose menos de 2000$ de la época entre todos los objetos.
La casa de los Collyer fue derruida. Actualmente, en la manzana donde se encontraba la casa (llamada Parque de los Hermanos Collyer) hay una torre de viviendas de protección oficial y doce sicomoros que protegen con su sombra a los viandantes que por allí pasean.
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